El equipo de Costas luchó, buscó y acarició el gol que igualaba la serie, pero las atajadas del arquero argentino se lo hicieron imposible y el blooper del Maracaná fue decisivo.

En una noche que pintaba para histórica y arrancó con un recibimiento memorable por parte de la hinchada, Racing empató sin goles con Flamengo en el estadio Presidente Perón y se quedó sin la tan ansiada final de Copa Libertadores por el tan desafortunado como agónico 0-1 de la ida en el Maracaná.
A la oportunidad histórica que se les presentaba, los jugadores académicos respondieron con varios puntos altos desde lo individual (Mura en la marca de Carrascal, Almendra en el medio o Colombo de último hombre) y una idea clara de juego: la de saltar líneas, esa que tan bien les salió durante todo el ciclo de Costas y cada vez más profundizada ante la ausencia de un jugador desequilibrante.
Anoticiado de la propuesta de antemano, Flamengo sólo se vio sorprendido por dos cuestiones. Una, la tremenda capacidad de salto de Conechny, quien se la pasó volando aunque está muy lejos de ser un lungo, hizo diferencia y hasta tuvo una clarísima que terminó con atajadón de Agustín Rossi. Y dos, por los pocos que se animaron a encarar: el lateral Gaby Rojas, acaso el más habilidoso del equipo; pero sobre todo, Colombo, quien tomó la lanza varias veces y desordenó seriamente al rival.
El DT de Flamengo había prometido en la previa que los suyos irían a buscar el partido. Una afirmación que arrancó como verdad y con el correr de los minutos se fue convirtiendo en poco seria. Los brasileños tocaron lindo en varias ocasiones y si se quedaron en cero durante la primera parte sólo se debió a un par de atajadones de Cambeses. Todo aquello parecido a una hidalguía futbolística, la opacó con un repertorio muy amplio de artilugios para hacer tiempo. Desde las clásicas demoras en los saques, pasando por los desmayos repentinos de jugadores hasta una muy interesante maniobra a la hora de los cambios: mientras uno estaba por entrar, un compañero suyo estaba casi escondido para presentarse rápidamente y transformar la cosa en un doble cambio mientras el reloj corría. Incluso Luis Filipe tomó la pelota y la escondió en un par ocasiones. Valió todo, con el permiso del árbitro.
En la segunda parte Flamengo fue otro equipo. Sin intención de pasar la mitad de cancha y totalmente dominado por un Racing que profundizó en su idea de hacer daño a través de pelotazos. Los roles de dominador y dominado se hicieron más claros aún luego de la expulsión del ecuatoriano Plata por una calentura con Marcos Rojo que no quedó del todo clara. Minutos más tarde, el central se salvó de su propia expulsión (vía VAR) luego de saltar con el codo arriba pero impactar a su rival sólo con la cabeza.
Con las cartas echadas (Vergara, Vietto, Zaracho, Balboa y Martirena en cancha; Flamengo con un hombre menos y sus más peligrosos ya en el banco), podía pasar cualquier cosa. El dramatismo se hizo dueño de la escena y cada pelota que sobrevolaba el área brasileña parecía tener destino de gol. Rossi sacó casi sobre la línea un cabezazo del apagado Maravilla y en el resto de los minutos, sus compañeros se refugiaron en el área como para que los intentos desde afuera de la Academia dieran en espaldas, rodillas o lo que sea.
La última, la de la épica, le quedó a Vietto y volvió a aparecer el arquero, quien junto al infortunio del gol en contra de Marcos Rojo en el Maracaná, terminó desequilibrando una serie parejísima y a Racing sin final de Copa Libertadores, pero despedido por una lluvia de aplausos y reconocimiento por estos tremendos dos años del ciclo de Costas. Un merecido gesto de sus hinchas, a pesar de que el tiempo de descuento de apenas seis minutos (y el final 30 segundos antes de lo señalado) dejaron a todos muy calientes.
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